Si el propio título, de forma casi anecdótica, parece ya pensado para la actual temporada veraniega, también las pinturas y dibujos que componen la instalación se adaptan al tiempo y al espacio, no sólo en el sentido más literal de lectura del entorno, sino también de forma conceptual: cincuenta dibujos sobre papel translúcido de nueve movimientos en secuencia de una figura femenina captada en la acción de regar, cuelgan del techo de la galería, sirviendo a la vez de pantalla múltiple y recorrido hacia un mural de naranjos pintado directamente sobre las paredes. De nuevo la anécdota, casi como un guiño, nos sirve para enfatizar la noción de tiempo, ya que cuando la artista visitó por primera vez el espacio, las naranjas invernales colgaban todavía de los árboles de la Plaça Prim.